Frente al tema de semiosis Peirce (citado en Eco, 1995) postula que este proceso es “entendido como una acción, una influencia que sea, o suponga, una cooperación de tres sujetos, como, por ejemplo, un signo, su objeto y su interpretante, influencia tri-relativa que en ningún caso puede acabar en una acción entre pareja”[1]. De esta manera queda evidenciado que desde la mirada peirciana los procesos semióticos “no son necesariamente sujetos humanos, sino tres entidades semióticas abstractas”[2]. Esta relación triádica de Semiosis como la denomina Morris, puede aislarse, con el fin de convertirse en objeto de estudio, puesto que “pueden estudiarse las relaciones de los signos con los objetos a los que son aplicables, esta relación recibe el nombre de dimensión semántica de la Semiosis”[3]

    La relación que existe entre un signo y la opinión de ese alguien en función a tal relación “se da gracias a la medición de un interpretante”[4]. No obstante, no se puede negar que Peirce “no haya concebido en alguna ocasión el interpretante como un fenómeno psicológico que se produce en la mente de un posible interprete”[5], y desde nuestro punto de vista tal fenómeno psicológico como consecuencia de una interpretación.

    Volviendo a los análisis realizados por Morris en relación a esta triádica semiótica, sostiene que el estudio que el proceso de semiosis se pueden distinguir tres dimensiones. Una dimensión sintáctica, una dismensión semántica y una dimensión pragmática.

    La dimensión sintáctica o de sintaxis se refiere al “estudio de las relaciones sintácticas de los signos entre sí”[6]. Así el orden de signos incide en el proceso de interpretación o proceso semiótico. Por cuanto al elaborar mensajes con estructuras trópicas-figurativas permitiría inferir que ya en su propio orden lograría un efecto o desviación en su interpretación.

    La dimensión semántica se refiere al estudio que “se ocupa de la relación de los signos con sus designata y, por ello, con los objetos que pueden denotar o que, de hecho, denotan.”[7] Lo anterior supone una especie de “sintaxis con un desarrollo relativamente alto. Hablar de la relación de los signos con los objetos que designan”[8], por cuanto se diferencia de la sintaxis ya que en la dimensión semántica “determina en qué condiciones: un signo es aplicable a un objeto o situación; tales reglas establecen correlaciones entre signos y situaciones denotables mediante signos”[9]. Por cuanto la semántica se refiere a la significación de los signos ordenados de determinada manera.

        Por último, la dimensión pragmática se refiere a la “relación de los signos con sus usuarios”[10]. Lo cual implica que la pragmática debe entenderse como “la ciencia de la relación de los signos con sus interpretes”[11], en donde sus interpretes pueden manifiestan “fenómenos psicológicos, biológicos y sociológicos que se presentan en el funcionamiento de los signos”[12]. El concepto de pragmática acuñado a esta dimensión del proceso de semiosis se debe a los “logros de Peirce, James, Dewey y Mead”[13]. No obstante, según la literatura revisada existe un gran vínculo entre los pensadores Norbert Mead, Charles Morris y Gregory Bateson, nos referimos a Margareth Mead quien fue secretaria de Morris, esposa de Mead y posteriormente pareja de Gregory Bateson. Esto que parece ser una farándula científica nos puede explicar los nexos entre la concepción de la pragmática en el enfoque interaccional sistémico de la comunicación y la semiótica morrisiana. Sin embargo, esta dimensión que involucra al intérprete fue considerada desde los griego, tal como señala Morris “la referencia al intérprete y a la interpretación es común en la definición clásica de los signos. Aristóteles, en De interpretatione, habla de las palabras como signos convencionales de pensamientos que todos los hombres tienen en común. Sus palabras contienen la base de la teoría que se convirtió en tradicional: el interprete del signo es la mente; el interpretante es un pensamiento o un concepto”[14], desde entonces “la teoría de los signos estuvo vinculada con una teoría del pensamiento y de la mente particular”[15].

    Lo anterior supone una compleja relatividad en la significación, en tanto, “que un emisor elabora a partir de determinados significantes percibidos e interpretados y que desea transmitir a otro, mediante la producción de un texto determinado, no coincide necesariamente con la significación que el receptor elabora interpretando los significantes constitutivos de tal texto”[16]. Magariños al referirse a la significación, en relación al “efecto de un discurso”[17], lo plantea como una “voluntaria restricción, por tomar en consideración los aspecto de ella emergen en el aspecto textual de dicho discurso, optando, con una voluntaria restricción, por tomar en consideración los aspectos que de ella emergen en el aspecto textual de dicho discurso”[18]. En este sentido se habla de “significación, cuyo soporte técnico proviene del positivismo lógico, de la filosofía analítica y del estructuralismo lingüístico; no se plantean ni se discuten sus enunciados, simplemente, se construyen algunos modelos semiológicos, relativos a la emergencia de la significación a partir de los significantes contenidos en un texto, como instrumento que apoyen el conocimiento y la práctica de la tarea publicitaria”[19]. La semiología es por lo tanto, en un sentido breve de estudio “la producción de la significación y su interpretación mediante la integración de varios signos en un texto”[20].

 

Extracto del texto Original: Retórica y Comunicación Estratégica

Autor: Christian Schaefer




 

[1] Umberto Eco, Tratado de la semiótica General, Editorial Lumen, 1995, Barcelona, Pág. 32
[2] Charles Morris, Fundamentos de la teoría de los signos, Editorial Paidos, Barcelona, Pág. 27
[3] Ídem., p. 27
[4] Umberto Eco, Tratado de la semiótica General, Editorial Lumen, 1995, Barcelona, Pág. 33
[5] Ídem., p. 33
[6] Charles Morris, fundamentos de la teoría de los signos, editorial Paidos, Barcelona, 197,Pág. 43
[7] Op. Cit. 55
[8] Op. Cit. 56
[9] Charles Morris, fundamentos de la teoría de los signos, editorial Paidos, Barcelona, 197,Pág. 57-58
[10] Op. Cit. 67
[11] Ídem. 67
[12] Op. Cit. 68
[13] Op. Cit. 67
[14] Charles Morris, fundamentos de la teoría de los signos, editorial Paidos, Barcelona, 197,Pág. 68
[15] Op. Cit. 68-69
[16] Magariños, El Mensaje publicitario, Editorial Edicial  S.A., 2ª Edición, Buenos Aires, 1991, p.  16
[17] Ídem., p. 16
[18] Ídem., p. 16
[19] Ídem., p. 16
[20] Magariños, El Mensaje publicitario, Editorial Edicial  S.A., 2ª Edición, Buenos Aires, 1991, p.  16