Saussure, padre fundador de la semiología que si bien no otorga una definición a esta ciencia, sí reconoció su ámbito de estudio y su razón de ser al referirse que la “lengua es un sistema de signos que expresan ideas y, por esa razón es, comparable con la escritura, el lenguaje a señas, ritos simbólicos, etc.”[1], es decir, concibe la semiología como una “ciencia que estudia la vida de los signos en el marco de la vida social; pudiendo formar parte de la psicología social”[2] por lo tanto , se puede concebir según Sausurre como “una psicología general; a lo que los teóricos le llamarán semiología[3].

    Magariños define a la semiología como una “Ciencia (en formación) que estudia los signos, los lenguajes y las características según las cuales, mediante su interpretación en un mensaje, se produce determinada significación, condicionada por las peculiaridades decodificadoras del receptor”.[4]. Si bien lo anterior reconoce el campo de estudio de la semiología esta se fundamenta en un fenómeno al cual Morris define como semiosis, describiéndolo como

    “proceso en el que algo funciona como signo. Comúnmente, en una tradición que se remonta a los griegos, se ha considerado que este proceso implica tres (o cuatro) factores: lo que actúa como signo, aquello a que el signo alude, y el afecto que produce en determinado interprete en virtud del cual la cosa en cuestión es un signo para el. Estos tres componentes de la semiosis pueden denominarse, respectivamente, el vehículo signico, el designatum, y el interpretante; el interprete podría considerarse un cuarto factor. Estos términos explicitan los factores implícitos en la afirmación común de que un signo alude a algo para alguien.”[5]

    Complementariamente, Morris reconoce al lenguaje como sistema de signos tendentes a estar “interconectados”[6], ya que mantienen una estructura sintáctica. Este concepto está encargado de explicar e interpretar fenómenos sociales. Especificando, aún más, esta explicación y como lo describe el autor tiene como objeto “La explicación del proceso de producción o atribución de significación”[7]. Por cuanto, el comportamiento del ser humano se puede analizar, después que se produce, y por lo tanto, es objeto de estudio científico. En consecuencia a esto la semiología estudia los resultados de tales conductas que a partir de los efectos perceptibles se establecen, los diferentes elementos que componen al individuo, sus relaciones con el entorno y con los que se ha vinculado, el sistema cultural que lo proceden y la significación que tiene dicha conducta.

    Si bien la semiología estudia los signos, cabe preguntarnos: ¿Qué entendemos por signos?-, para el filósofo Charles Sanders Peirce signo es el valor que se les da a las cosas. Sin embargo tal significación, según Magariños, “los pone el hombre, por lo tanto, las cosas no significan en sí mismas, sino que significan para un hombre, comunidad o cultura, los conocimientos que se tengan de ellas”[8]. Lo anterior nos recuerda la sentencia de Protágoras: El hombre es la medida de todas las cosas.

    En tanto, la semiología o semiótica para Ferdinand de Saussure es  “una ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social”[9]; pensamiento que se ajusta  con la afirmación de Charles Sanders Peirce, quién fue el primero en usar el término de semiótica, señalando que “la trama y la urdimbre de todo pensamiento y de toda investigación son los símbolos, y la vida del pensamiento y de la ciencia es la vida inherente a los símbolos; por tanto…es erróneo decir, tan sólo, que un buen lenguaje sea importante para pensar correctamente; pues pertenece a su esencia”[10].

    Para Magariños y Morris  los signos y la ciencia están “inextricablemente conectados, habida cuenta de que la ciencia, simultáneamente, ofrece a los hombres signos mas fiables y expresa sus resultados en sistemas de signos”[11]. Esto nos hace reflexionar que el mundo está creado por diversos  signos y que  el ser humano cada vez crea otros nuevos, los cuales están insertados en nuestra cultura. No obstante,  los seres humanos necesitan de los signos y de su sistema, por lo tanto “al propio tiempo la mente humana es inseparable del funcionamiento de los signos, si es que, en verdad, la mentalidad misma no debe identificarse con ese funcionamiento”[12]. Actualmente los estudios que se han hecho sobre este tema, han tomado diversas perspectivas, considerando además que los investigadores pertenecen a variadas disciplinas, como lingüistas, psicólogos, publicistas, antropólogos, etc.

    Profundizando el término del lenguaje, Saussure expresa claramente que  lo “natural en el hombre es la capacidad de construir una lengua, pues bien siguiendo este pensamiento, concluye que lo natural en el hombre es su propia artificialidad, la cual está construida por el lenguaje y su producto: la significación. Lo que el emisor realmente espera en el receptor es provocar un determinado efecto para que le confiera  el significado a un producto determinado”[13] . lo anterior nos permite inferir que existe una realidad inhumana (óntica) y humana (ontológica). La primera clasificación se diferencia por la sencilla razón de que el ser humano se distancia de una realidad debido a un lenguaje, el cual, le atribuye  significación. Mientras que  la realidad humana es creada por este individuo mediante el lenguaje y va construyendo un universo simbólico.

    El hombre construye su propia realidad, es por eso que sabe con seguridad de cómo es algo, él sabe lo que le enseñaron acerca de ello y el significado que tiene para su entorno y tiempo. Ante este concepto, Magariños  dice que el hombre está alienado respecto a la realidad y cuando alcanza  a esa realidad se le transforma en significación. De esta alienación se derivan:Alienación Humanizante y Alienación Deshumanizante”[14].                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   La primera característica se asienta en la elaboración consciente de los signos, es la tarea creativa de cada hombre. La segunda clasificación, consiste en la renuncia a esa tarea creativa. Por otro lado, la alienación deshumanizante, presenta dos clases: “Funcional y Real”[15]. Por un lado la Alienación funcional gira en torno al beneficio de la comunicación, alejándose cada vez más de la creatividad, ”si cada hombre fuese absolutamente creativo respecto al significado del mundo, se encontraría aislado y sin posibilidad de comunicar a ningún otro hombre la significación del hombre”[16]´.Y por otro lado la  alienación real o deshumanizante  “es el que ha perdido contacto consigo mismo (ajeno a sí mismo) y, por tanto, con su capacidad de transformar al mundo en significación”[17].

 

Extracto del texto Original: Retórica y Comunicación Estratégica

Autor: Christian Schaefer




 

[1] Referenciado en Umberto Eco, Tratado de la semiótica General, Editorial Lumen, 1995, Barcelona, Pág. 33
[2] Umberto Eco, Tratado de la semiótica General, Editorial Lumen, 1995, Barcelona, Pág. 31
[3] Ídem., p. 31
[4] Magariños, El Mensaje publicitario, Editorial Edicial  S.A., 2ª Edición , Buenos Aires, 1991, p. 29
[5] Charles Morris, fundamentos de la teoría de los signos, editorial Paidos, Barcelona, 197,Pág. 27
[6] Op. Cit. 37.
[7] Magariños, El Mensaje publicitario, Editorial Edicial  S.A., 2ª Edición , Buenos Aires, 1991, p. 29
[8] Magariños, El Mensaje publicitario, Editorial Edicial  S.A., 2ª Edición , Buenos Aires, 1991, p. 32-33
[9] Op. Cit. 16
[10] Magariños, El Mensaje publicitario, Editorial Edicial  S.A., 2ª Edición, Buenos Aires, 1991, p.   16
[11] Charles Morris, Fundamentos de la teoría de los signos, Editorial Paidos, Barcelona, 197, p. 23
[12] Charles Morris, Fundamentos de la teoría de los signos, Editorial Paidos, Barcelona, 197, p. 23
[13] Op. Cit. 75-76
[14]  Magariños, El Mensaje publicitario, Editorial Edicial  S.A., 2ª Edición, Buenos Aires, 1991, p. 76
[15]  Ídem., p. 76
[16]  Magariños, El Mensaje publicitario, Editorial Edicial  S.A., 2ª Edición, Buenos Aires, 1991, p. 76
[17]  Ídem., p. 76