La narración o exposición de los hechos sigue al exordio, según Quintiliano la presentación del relato persuasivo debe ser capaz de: enseñar, conmover y deleitar. Para lograr esto se debe ser claro, breve y verosímil. Para él el “ideal de brevedad consiste en que nada pueda ser suprimido o añadido (…). El ‘justo medio’ entre dos extremos (…) entre decir demasiado y demasiado poco, se obtiene cuando se expone lo que ‘se requiere’ (…) y lo que ‘basta’ (…): esto es, lo ‘necesario’ y lo ‘suficiente’” [1]. En cambio la “verosimilitud de la exposición de los hechos debería fundarse en la verdad de los mismos. Pero un mal orador (…) puede hacer que hasta los hechos verdaderos parezcan poco creíbles. Al contrario, un buen expositor puede conferir credibilidad a hechos no verdaderos u opinables” [2]. La relevancia de la verosimilitud en la exposición del discurso radica en que “incide no sólo en el intento de instruir y deleitar, sino también en el propósito de suscitar una participación emotiva”[3]. De lo anterior podemos inferir que para ser claro se debe considerar aspectos cualitativos, para ser breves se debe considerar aspectos cuantitativos y para ser verosímil recurrir a la coherencia.

        Complementariamente, mencionaremos que en el texto De Inventione de Cicerón se encuentra “una relación de elementos y de factores de la narración llamados ‘circunstancias’ (cuya invención se atribuía a Hermágoras) (…) una especie de memorándum para verificar el cumplimiento de las condiciones requeridas para que la exposición sea completa”[4] (Ver fig. 5.5.4.6, gráfico 4):

Fig. 5.5.4.7, gráfico 4. Gráfico de Bice Mortara Garavelli

Evidentemente estas preguntas nos recuerdan las interrogantes de Laswell en su modelo de comunicación (quién, dice qué, a quién, por qué canal y con qué efecto) pero mientras uno se encarga de la causa el otro lo hace del efecto.

        Para terminar, en cuanto a la exposición de la narración esta se puede presentar como: digresión, proposición y partición.

La digresión se refiere a “una desviación ocasional, o, mejor, una ‘salida’ provisional del argumento principal con el fin de tratar temas secundarios pero pertinentes para la cuestión principal”[5].

La proposición se basa en la “’alegación de los hechos’, es para algunos el núcleo conceptual de la narración; para otros, como Quintiliano, es el inicio de la confirmatio”[6].

La partición, enumera “los puntos que han de tratarse (…) los puntos enumerados se corresponden con otras tantas ‘proposiciones’ o alegaciones en las que el que habla expone sus propias ideas, y, en las controversias, también las del adversario. La partición contribuye a la claridad del discurso, pero su presencia no es esencial; antes bien, a menudo puede menguar el interés del oyente por lo que se dice”[7]. Según especifica Quintiliano “…generalmente son más placenteras las cosas que producen la impresión de que han sido improvisadas y de que no han sido preparadas en casa, sino que han nacido a medida que avanzaba el discurso; por eso son bien recibidas figuras como ‘he estado a punto de pasar por alto’ y ‘se me había ocurrido’, y ‘justamente esto me recuerda’”[8].

Según Umberto Eco la trama narrativa de masas “…ha demostrado que la armazón de las novelas o de los relatos de ‘consumo’ responde a la teoría aristotélica de la trama dramática y aplica los criterios de la dispositio retórica” [9]. Para Eco “…cuando Aristóteles previó esta receta (…) sabía muy bien que los parámetros de aceptabilidad e inaceptabilidad de una trama no residen en la trama misma, sino también en el sistema de opiniones que regulan la vida social. Para resultar aceptable, la trama debe ser verosímil, y lo verosímil no es más que la adhesión a un sistema de expectativas compartida habitualmente por la audiencia” [10].

 

Extracto del texto Original: Retórica y Comunicación Estratégica

Autor: Christian Schaefer




 

[1] Op. Cit. 76 y 77.
[2] Bice Mortara Garavelli, Manual de Retórica, Cátedra, Madrid, año 1991, Pág. 77.
[3] Ídem.
[4] Ídem.
[5] Op. Cit. 80.
[6] Bice Mortara Garavelli, Manual de Retórica, Cátedra, Madrid, año 1991, Pág. 80
[7] Op. Cit. 81.
[8] Ídem.
[9] Op. Cit. 83.
[10] Ídem.