El exordio o proemio corresponde a la
“introducción en la cual el orador enuncia el plan del discurso que va a seguir. Paralelamente, intenta seducir al auditorio y hacerlo su cómplice, despertar su curiosidad y obligarlo a estar atento, volverlo receptivo e inclinarlo a su favor. Acerca de esto Aristóteles dice, ‘al oyente hay que hacerlo benévolo, o irritarlo, mantenerlo atento o distraerlo…, los oyentes prestan atención a los asuntos de importancia, a los personajes, a los que son dignos de admiración y a los agradables; por consiguiente, es necesario hacer ver que el discurso versa sobre asuntos de esta naturaleza’»[1]. Sin embargo, según Aristóteles, ante “oyentes expertos en un tema no hay necesidad de proemio” [2].
Aristóteles distingue dos variantes en el exordio: el inicio y la insinuación:
– Inicio: aquí se comienza el discurso pidiendo “explícitamente al auditorio que fuera ‘benévolo y atento’”[3].
– Insinuación: el discurso en este caso se inicia tangencialmente y se simula “como un ‘hablar de otra cosa’ por parte de alguien que no tiene interés en abordar inmediatamente el asunto”[4].
Por otro lado, con el ánimo de generar pasiones Quintiliano propone al orador “confesar su propia impericia, declararse ‘incapaz’, inexperto, de desigual ingenio respecto a los defensores de la parte contraria (…) la declaración de impericia podía tener lugar no al principio, sino en el centro del discurso, o, mejor aun, al final, en la ‘cumbre’ de la conmoción de los afectos”[5]. Pues para él “la afectación de modestia, muy extendida en todas las literaturas es considerada psicológicamente eficaz en la oratoria, ya que ‘hay una inclinación natural de la simpatía hacia el que se encuentra en dificultades’”[6].
Extracto del texto Original: Retórica y Comunicación Estratégica
Autor: Christian Schaefer
[1] Alejandro López y cols, Introducción a la Psicología de la Comunicación, Ediciones Universidad Católica de Chile, año 1995, Pág. 26.
[2] Bice Mortara Garavelli, Manual de Retórica, Cátedra, Madrid, año 1991, Pág. 72.
[3] Ídem
[4] Ídem
[5] Op. Cit. 72 y 73.
[6] Op. Cit. 73