El lenguaje se da en la convivencia, siendo este un modo de vivir insertos en una sociedad, a través de este es posible distinguir objetos perceptuales  orientados específicamente a los seres vivos. Por lo tanto, se señala que los “seres sociales vivimos en continuo acoplamiento consensual con otros seres vivos, en particular con otros seres humanos, constituyendo un acoplamiento social”[1]. Debido a este acoplamiento Maturana dice “que la especie humana comienza con el surgimiento del lenguaje entendiendo a éste como coordinaciones de acciones consensuales recurrentes”[2]. Lo cual nos permite inferir que ante la intencionalidad persuasiva orientada a una audiencia ésta no es unilateral, sino el mecanismo persuasivo es consensuado de manera interactiva.

Para terminar, según Maturana “al reflexionar desde la experiencia del observador, se llega a la conclusión que todo lo que se haga como observador, ‘sólo ocurre’ (al observador) y que cualquier explicación o descripción de lo que hacemos es secundario  a la experiencia”[3]. Se puede decir, entonces, que el observador se “encuentra en la praxis del vivir (la experiencia) en el lenguaje, teniendo experiencias que vive como viniendo de ninguna parte. Toda explicación de cómo ocurre la praxis del vivir en el lenguaje es secundaria a la praxis del vivir en el lenguaje, y que las explicaciones o descripciones no reemplazan lo que explican o describen”[4]. Por cuanto, al enfrentar esta investigación reconocemos nuestro observar como “un punto de partida en cualquier aproximación por entender la realidad y la razón como dominios fenoménicos humanos”[5].

Extracto del texto Original: Retórica y Comunicación Estratégica

Autor: Christian Schaefer




 

[1] Felipe García y Cols, Seminario: Epistemología Constructivista , Monografía sin publicar, Concepción,  2003, pág.121
[2] Op. Cit. Pág. 121
[3] Op. Cit. Pág. 123
[4] Op. Cit. Pág. 123
[5] Op. Cit. Pág. 123