Para una mayor claridad en la exposición advertiremos que el desarrollo de la metodología para persuadir por medio de argumentaciones lógicas también se considera como parte de las disposiciones del discurso persuasivo en el corpus retórico (exordio, narración, argumentación/tópicos y epílogo). Por cuanto los modos de convencer desde una perspectiva aristotélica se harán en este apartado y una vez que veamos la argumentación como una parte del discurso persuasivo intentaremos complementarlo con los conocimientos obtenidos por Perelman en su Tratado de la argumentación.

Desde los tiempos de Córax y Tisias se vislumbra un componente racional por cuanto la verosimilitud (eikós) está dada en los argumentos, pruebas técnicamente impecables, “confrontación y contraste entre lo que es y lo que se cree que es verdad”[1]. Con Aristóteles se desarrolla un marco lógico coherente para persuadir por medio de pruebas que apelen a la capacidad que tiene el público para razonar. La argumentación en este caso es “el centro del discurso persuasivo. En ella se aducen las pruebas (…) y se confutan las tesis del adversario”[2].

En la argumentación por medio de pruebas (Ver Fig. 5.5.4.3, gráfico 2) éstas se dan de dos tipos según el sistema aristotélico: como pruebas técnicas y como pruebas no técnicas. Sólo las primeras pueden ser producidas por medio de la retórica. Aunque las pruebas no técnicas también se pueden usar para argumentar.

Las pruebas técnicas son de tres tipos: por abducción o hecho, inducción y deducción. Las pruebas por abducción dependen de los signos, las cuales pueden ser incontrovertibles (necesariamente verdaderas) y conjeturables (verosímiles por indicios o huellas). Para profundizar sobre esta última basta recordar “…los estudios sobre la abducción que parten de la Semiótica de C. S. Pierce” [3]. A las pruebas por inducción corresponden al ejemplo, que “…recurre a un hecho concreto, real o ficticio (pero verosímil), que puede generalizarse” [4]. Las pruebas por deducción son racionales por lo que aducen a la argumentación y a los entimemas. No obstante, “…los epiqueremas (…) y los argumentos apodícticos (…) pueden considerarse análogos a las entimemas”[5].

Fig. 5.5.4.4, gráfico 2. Elaboración propia a partir de Bice Mortara Garavelli.

        Los entimemas son silogismos retóricos cuyas premisas son verosímiles y no necesariamente verdaderas. Estas permisas al ser configuradas omitiendo una premisa mayor tienen el nombre de silogismo elíptico. Elaborar mensajes por medio de entimemas es bastante sencillo ya que suele apelar a una lógica bastante inteligible, es el caso del “paralelismo (a es semejante a b o se comporta de forma semejante a b), la moralidad (si a es cierto y b es su contrario, es que b es falso) y la analogía (lo que a es a b en el ámbito c, lo es d a e en el ámbito f, porque funcionan de una forma similar o proporcional)”[6]. En resumen, el entimema es una deducción que a partir de premisas supuestas se deriva una conclusión determinada por una lógica probable o preferible.

Extracto del texto Original: Retórica y Comunicación Estratégica

Autor: Christian Schaefer




 

[1] Bice Mortara Garavelli, Manual de Retórica, Cátedra, Madrid, año 1991, Pág. 18
[2] Op. Cit. 84.
[3] Op. Cit. 85.
[4] Op. Cit. 86.
[5] Op. Cit. 88 y 89.
[6] Aristóteles, Retórica, Editorial Alianza, Madrid, año 2000, Pág. 19.