Dar con una definición de retórica es complejo ya que desde sus orígenes se confunde con “el arte de hablar en público”, tratado de la argumentación, ciencia de la persuasión, defensa judicial, estudio de figuras retóricas, teoría de la elocuencia, entre otras. No obstante, tal problemática podría disminuir en buena parte si reconocemos su origen sofista.

Los que desarrollaron “el arte de la oratoria con finalidades persuasivas fueron los grandes sofistas y, principalmente, Gorgias y Protágoras «[1]. Este último aportó la doctrina de la “antítesis como idea–fuerza de una argumentación, mostrando cómo un mismo argumento puede tratarse desde puntos de vista opuestos”[2], de esta manera la antinómica conduce a una erística para derribar eventuales verdades absolutas al adversario, haciendo de su “técnica de la contradicción o antilogía: la aportación más escandalosamente innovadora de la retórica sofística”[3]. Este escepticismo radical que relativiza y niega la realidad nos permite vislumbrar el núcleo de esta disciplina. Pues los “sofistas creían en la imposibilidad del conocimiento humano para conseguir la verdad. El conocimiento es relativo y depende del hombre. Nos lo explica Platón en el Teeteto: ‘pues dice en un lugar (Protágoras) que el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son…’”[4]. Paralelamente, desde la concepción sensual de conocimiento y subjetivista; Gorgias afirma que “la persuasión retórica no repara en la materia sobre la que disputa: ‘no es necesario que la retórica conozca los contenidos; le basta descubrir una cierta técnica de persuasión de modo que los legos crean saber más que los entendidos (Gorgias, 459a)”[5]. Aunque en la práctica Gorgias afirma que el rétor requiere de un “conocimiento seguro de los argumentos”[6]. El concepto de verdad se debe sustituir por el de verosimilitud y gracias a este escepticismo descubrir los medios con que se llegó a tal credibilidad, consecuentemente debido a la persuasión. Esto queda aun más claro cuando el joven Fredo afirma tímidamente a Sócrates: “‘yo he oído decir, al respecto (…) que no es necesario al futuro orador conocer lo que es verdaderamente justo, sino lo que parece justo a la multitud, ni tampoco lo que es realmente útil o bueno, sino lo que aparecerá como tal; pues es de la verosimilitud, no de la verdad, de donde sale la persuasión’” [7].

Según lo antes expuesto no es extraño que el pensamiento platónico negara el carácter científico de la retórica, su metodología y objeto de estudio. Pues Platón la supedita a la dialéctica, la retórica es sólo “un ejercicio meramente formal de persuasión que no repara en los temas sobre los que se aplica” [8]. En cambio la dialéctica la entiende “como arte de la discusión, formalmente adecuada a unos contenidos específicos”[9]. Según lo anterior, mientras la dialéctica permanece en el campo de la epistéme (ciencia) la retórica sólo lo hace en el campo de la dóxa (opinión).

No obstante, será de su propio discípulo Aristóteles de quien se obtendrá una revaloración de la retórica, una exposición ordenada y sistemática de su metodología y mayor claridad con respecto a su ámbito de estudio. Cabe destacar, que debemos a Aristóteles el más antiguo texto de retórica que permanece hasta nuestros días y que si bien tiene una orientación lógica y racional no desconoce los aportes pitagóricos y sofísticos en la configuración de su tratado. Su orientación racional queda advertida cuando se refiere a sus predecesores, señalando: “El caso es que los que han escrito tratados acerca de los discursos se han ocupado sólo de una mínima parte de la cuestión, pues sólo los argumentos son propios de la disciplina, mientras que lo demás es accesorio. En cambio no dicen nada de los entimemas, que son el cuerpo de la persuasión y se ocupan de temas que en su mayoría quedan fuera de la cuestión”[10]. Aunque la crítica aristotélica está dirigida a Isócrates (discípulo de Gorgias) por su hincapié en los aspectos ornamentales del discurso persuasivo, el mismo estarigita “dedica una parte de sus reflexiones (el tercer libro de la Retórica) a la Léxis, esto es, ‘al modo de expresarse’”[11]. Para Aristóteles “el discurso debe estar literariamente bien elaborado, pero sin que se note el artificio, porque éste puede predisponer al público en contra del orador. La naturalidad aparente es, pues, el estilo más adecuado para el discurso [12](…ya que al tratar de…) poner de manifiesto cómo el uso adecuado de sinónimos o de expresiones similares para calificar una misma realidad puede hacer variar la estimación de tal realidad por parte del auditorio” [13]. Cabe recordar que tal distorsión de interpretación de la realidad es lo que pretendemos estudiar en la presente investigación. En consecuencia, la retórica no es “pues una ciencia literaria, como lo sería luego, una especie de preceptiva de los giros y tropos, sino una técnica puesta al servicio de intereses prácticos. Desde luego en gran medida se centra en los recursos lingüísticos, pero sólo en tanto sirven a los intereses de la persuasión”[14].

Con todo, a nuestro entender el eclecticismo aristotélico es el que mejor proporciona una definición de retórica, a saber: “la retórica es la contrapartida de la dialéctica, ya que ambas se refieren a determinadas cuestiones cuyo conocimiento es en cierto sentido común a todos y no propio de una ciencia definida”[15]. Lo anterior es coherente con el postulado sofístico y a diferencia de Platón genera una analogía entre dialéctica y retórica, donde la única diferenciación son sus últimos propósitos. Así mientras “ la dialéctica expone, la retórica trata de persuadir»[16], o mejor dicho, mientras la dialéctica propone una metodología orientada a buscar una verdad, la retórica se ocupa de los métodos con que se llega a esa “verdad”[17], entendiendo que para ello se debe reconocer escéptica ya que de lo contrario se desdeciría a si misma.

Por cuanto, y siguiendo con Aristóteles, la retórica es la “facultad de considerar en cada caso lo que puede ser convincente, ya que esto no es la materia de ninguna otra disciplina. Cada una de las otras se refiere a la enseñanza y a la persuasión de su propio objeto, como la medicina respecto de lo saludable y lo nocivo para la salud y la geometría respecto de las propiedades que se dan en las magnitudes y la aritméticas respecto de los números, y de modo similar las demás disciplinas y ciencias. La retórica en cambio parece que puede considerar lo convincente sobre cualquier cosa dada, por así decirlo. Por eso afirmamos también que el objeto de esta disciplina no se refiere a un género específico definido” [18].

        Consensualmente, definiremos la retórica como la ciencia que estudia los medios persuasivos para lograr verosimilitud en un discurso, que intenta incidir en la capacidad de elección de su público, ya sea por medio de aspectos lógicos, emocionales y ornamentales. Por consiguiente, es ciencia por cuanto tiene metodología y genera conocimiento en un campo de estudio, niega la verdad por cuanto sólo ante la aceptabilidad de lo verosímil es posible su campo de estudio, reconoce capacidad de elección en su público por cuanto tiene un valor pragmático, y por último, lo verosímil lo otorga la persuasión la cual puede ser apelada a través de aspectos racionales (Ej. entimemas), emocionales (Ej. compasión) y ornamentales (Ej. Metáforas).

Por último, quisiéramos agregar que la retórica no cabe en el paradigma de lo ético y menos de lo moral, ese no es su campo de estudio y de ahí la crítica filosófica desde Platón hasta hoy. Mas, si lo fuera se encargaría de saber cómo se llegó a considerar (verosímilmente) algo éticamente correcto por sobre algo éticamente incorrecto. Como bien nos dice Aristóteles “la Retórica no es ni moral ni inmoral en sí, sino que es, como la dialéctica, un instrumento intelectual que puede aplicarse a diversos objetivos”[19]. Lo cual comprende a la retórica “como ‘la facultad de considerar en cada caso lo que puede ser convincente’, cuyo objeto ‘no se refiere a un género específico definido’”[20]. Pues para los sofistas “las cosas y las acciones no son ni buenas ni malas en ellas mismas, y que la valoración que nos puedan merecer dependerá de las circunstancias»[21] y del acervo del individuo.

Extracto del texto Original: Retórica y Comunicación Estratégica

Autor: Christian Schaefer




 

[1] Op. Cit. 14.
[2] Bice Mortara Garavelli, Manual de Retórica, Cátedra, Madrid, año 1991, Pág. 20.
[3] Ídem.
[4] Jordi Berrio, Teoría social de la persuasión, Editorial Mitre, Barcelona, año 1983, Pág. 15.
[5] Bice Mortara Garavelli, Manual de Retórica, Cátedra, Madrid, año 1991, Pág. 23.
[6] Ídem.
[7] Jordi Berrio, Teoría social de la persuasión, Editorial Mitre, Barcelona, año 1983, Pág. 19.
[8] Bice Mortara Garavelli, Manual de Retórica, Cátedra, Madrid, año 1991, Pág. 22.
[9] Ídem
[10] Aristóteles, Retórica, Editorial Alianza, Madrid, año 2000, Pág. 46.
[11] Ídem
[12] Texto entre paréntesis por el autor de la investigación.
[13] Aristóteles, Retórica, Editorial Alianza, Madrid, año 2000, Pág. 29.
[14] Aristóteles, Retórica, Editorial Alianza, Madrid, año 2000, Pág. 18.
[15] Op. Cit. 45.
[16] Jordi Berrio, Teoría social de la persuasión, Editorial Mitre, Barcelona, año 1983, Pág. 23.
[17] El concepto de verdad corresponde a verosimilitud en retórica, pues la validez de un conocimiento se debe a la persuasión.
[18] Aristóteles, Retórica, Editorial Alianza, Madrid, año 2000, Pág. 52 y 53.
[19] Aristóteles, Retórica, Editorial Alianza, Madrid, año 2000, Pág. 16.
[20] Op. Cit. 18.
[21] Jordi Berrio, Teoría social de la persuasión, Editorial Mitre, Barcelona, año 1983, Pág. 18.