Hasta ahora nos hemos referido a las habilidades estratégicas del persuasor según inferíamos la lógica de Quintiliano, pero ellas sólo pueden ser efectivas por medio de destrezas tácticas. La memoria, la pronunciación y la elocución o expresión conforman este aspecto táctico en la configuración de discursos persuasivos. La memoria se refiere a la retención de argumentos, la pronunciación hace mención a la capacidad de regular de manera agradable la voz, el aspecto, el gesto, y la elocución, a la capacidad de expresar atractivamente la alocución.

La relevancia de la memoria y la pronunciación es evidente para la expresión oral de un discurso ante un auditorio de la Grecia antigua (pues no contaban con medios de comunicación tan sofisticados como la televisión o Internet). Por lo que omitiremos esos dos aspectos tácticos para concentrarnos más prolijamente en la elocución.

Si bien hemos considerado las decisiones estratégicas en la invención y la disposición, es gracias a la elocución de donde recibe su impresión. Como señala Bice Mortara Garavelli, “las tres primeras partes [1](invención, disposición y elocución) han sido objeto de elaboraciones más sistemáticas. En términos actuales, puede decirse que las dos primeras inciden en la planificación del discurso y su organización en el plano del contenido, sin prescindir, no obstante, del plano de la expresión, que concierne, naturalmente, a la elocutio[2].

Extracto del texto Original: Retórica y Comunicación Estratégica

Autor: Christian Schaefer




 

[1] Texto entre paréntesis por el autor de la Investigación.
[2] Bice Mortara Garavelli, Manual de Retórica, Cátedra, Madrid, año 1991, Pág. 66.