En la conclusión (epílogo o peroración) del discurso persuasivo se distinguen cuatro partes según Aristóteles:”disponer bien al oyente con respecto a uno mismo y mal para con el adversario; amplificar y atenuar; excitar las pasiones del oyente y atraer nuevamente las cosas a la memoria «[1]. La recapitulación o “enumeración de los temas tratados recoge esquemáticamente los argumentos en discusión y las soluciones propuestas con el fin de ofrecer una visión de conjunto” [2]. Lo que intenta es “traer a la memoria (…) lo dicho y para rebatir los puntos fundamentales”[3].
El movimiento de los afectos, como bien define Quintiliano, consiste en la “forma (o estilo del discurso) adecuada para suscitar emoción”[4]. Estas emociones se dividen en: la indignación y la compasión. La primera, Cicerón la define como “una enunciación (oratio) mediante la cual se logra suscitar odio por un hombre, o un profundo desdén por una acción”[5]. La segunda, intenta “mover la piedad de los oyentes y provocar su participación emotiva”[6].
Extracto del texto Original: Retórica y Comunicación Estratégica
Autor: Christian Schaefer