A pesar del irrefutable valor cognoscitivo que se le concede a la analogía, paradójicamente, ha tenido dificultades para aplicarse como medio de prueba. Su “estructura es la de una proporción que puede expresarse mediante la fórmula ‘A es a B como C es a D’. No es, pues, una mera relación de semejanza: es una semejanza de relaciones[1]”.

Según Perelman, en el razonamiento por analogía “el conjunto de los términos A y B, de los que se desprende extraer la conclusión, se llama tema; el conjunto de los términos C y D, sobre los que se apoya el razonamiento, se denomina foro”[2]. Para él, la analogía “subsiste sólo si el tema y el foro permanecen a campos distintos”[3].

Distintamente, el razonamiento análogo por medio de la metáfora “nace de la unión de un elemento foro (…) con un tema”[4]. Por ello, la metáfora “no nace de las analogías presentes en el texto, sino que, antes bien, sugiere distintas posibilidades de integración analógica”[5], por lo que “el desarrollo del razonamiento decidirá la interpretación de la metáfora”[6].

Extracto del texto Original: Retórica y Comunicación Estratégica

Autor: Christian Schaefer




[1] Op. Cit. 86.
[2] Op. Cit. 114.
[3] Op. Cit. 115.
[4] Op. Cit. 116.
[5] Ídem
[6] Ídem